Al cumplirse un año del trágico fallecimiento de Sebastián Piñera, la memoria de su accidente nos invita a reflexionar no solo sobre su vida, sino también sobre el impacto de su legado en la política chilena actual. Mientras muchos lo recuerdan con nostalgia, es innegable que su gobierno y las decisiones que tomó han dejado una huella profunda en el país. En este contexto de duelo, también surge la necesidad de señalar su responsabilidad en el colapso que enfrenta Chile en la actualidad. Los partidos que lo respaldaron y las políticas que promovieron han sido parte fundamental de la crisis política y social que vive la nación.
Chile atraviesa una de sus peores crisis políticas en décadas, caracterizada por un descontento generalizado y una desconfianza hacia los líderes que han emergido en la última década. Los actores políticos actuales, muchos de ellos considerados como parte de una élite desconectada de la realidad del pueblo, han demostrado ser incapaces de ofrecer soluciones efectivas a los problemas del país. El ascenso de Gabriel Boric al poder, tras la traspaso de mando realizado por Piñera, simboliza un cambio, pero también un desafío a las estructuras que han dominado la política chilena. La pregunta que queda en el aire es cómo se permitió que esta «banda de ineptos» llegara a tal posición de influencia.
Para entender la situación actual, es crucial retroceder a 1990, cuando el general Pinochet entregó el mando a Patricio Aylwin, marcando el regreso a la democracia. Aylwin, que en su momento apoyó la intervención militar, asumió el poder pero mantuvo las políticas económicas instauradas por el régimen anterior. Esta continuidad del modelo neoliberal, aclamado por algunos y criticado por otros, cimentó las bases de un sistema que, si bien logró posicionar a Chile como un líder en la región, también sembró las semillas del descontento que hoy explota en protestas y demandas sociales.
Los gobiernos sucesivos de la Concertación, así como los de la derecha, se encontraron atrapados en un ciclo donde las mismas políticas se perpetuaban sin cuestionamiento. Sebastián Piñera, al asumir la presidencia, continuó con este legado, lo que generó un creciente clamor entre los jóvenes por un cambio real y una verdadera coherencia entre las promesas y las acciones políticas. La falta de respuesta de los partidos tradicionales a este clamor ha dado lugar a la aparición de movimientos alternativos que cuestionan la legitimidad de las estructuras del poder establecido.
El estallido social de octubre de 2019, desencadenado por una serie de injusticias y desigualdades acumuladas, fue el catalizador de un cambio que muchos consideraban inevitable. La declaración de Piñera, en la que Chile era descrito como un «oasis» en América Latina, contrasta fuertemente con la realidad que vivía la población. Este momento crítico no solo ha reconfigurado el mapa político chileno, sino que también ha puesto de relieve la responsabilidad de aquellos que, como Piñera, tuvieron en sus manos el destino del país. Al recordar su fallecimiento, es esencial reconocer el papel que desempeñó en la construcción de la crisis que hoy afecta a Chile, así como la necesidad de un cambio profundo en la política nacional.