Del 18 al 20 de julio, el Parque Cultural de Valparaíso, en la antigua cárcel de la ciudad, se convertirá en el escenario del estreno de “Máquina, de gloria y olvido”, una obra de danza contemporánea que busca visibilizar la situación crítica de los ascensores en Valparaíso. Esta innovadora propuesta es presentada por la Compañía Amateur y destaca la conexión entre el maquinista y un ascensor, que desafía el abandono y la falta de atención en la ciudad porteña. Con entradas a precios accesibles, la obra promete atraer tanto a locales como a visitantes interesados en la cultura y el patrimonio de la región.
El proyecto, financiado por el Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, refleja una profunda preocupación por la situación de los ascensores, que son considerados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Marco Orellana, el director de la obra, comparte su inquietud tras contemplar el deterioro de estos emblemáticos medios de transporte en el Barrio Puerto. La obra surge de una investigación exhaustiva que revela la existencia de más de 15 ascensores en desuso, y utiliza elementos simbólicos y poéticos para resaltar la importancia de estos espacios en la identidad de Valparaíso.
La performer Belén Ceci aporta una originalidad única a la obra a través de su disciplina llamada Suspensión Capilar, que literalmente la hace elevarse desde su cabello. Esta técnica, que involucra tanto dolor como una experiencia de resistencia, simboliza la lucha de los ascensores por mantener su relevancia en una ciudad que parece olvidarlos. Además, Ceci menciona la importancia de traducir estos sentimientos a través de la corporalidad y el movimiento en la danza, lo que permite a los espectadores conectar emocionalmente con la problemática planteada.
An Devenires, quien inicialmente asumió el papel de maniobrista, encontró en la obra una oportunidad de transformación al convertirse en el maquinista del ascensor, lo que genera una relación simbólica con los espacios degradados de Valparaíso. A través de su actuación, busca manifestar un amor por la ciudad y su patrimonio, enfatizando que la falta de mantenimiento no solo afecta la infraestructura, sino que también dificulta la conexión entre comunidades y la accesibilidad en la vida diaria de los porteños.
La obra no solo es una reflexión sobre el estado de los ascensores, sino también una celebración de la cultura local, con un diseño sonoro a cargo de Enya de la Jara que incorpora elementos de la música popular de Valparaíso. A medida que la obra avanza, los sonidos de la ciudad cobran vida, creando una atmósfera que transporta a los espectadores a las calles y al mar de Valparaíso. Enya destaca la importancia de la colaboración en las artes escénicas, ilustrando cómo esta sinergia no solo forma el núcleo de la creación artística, sino que también sostiene la comunidad de Valparaíso en su conjunto.





