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Desencanto en la democracia chilena: un futuro incierto

La política chilena se encuentra en una encrucijada, donde la falta de propuestas claras y el desprestigio mutuo entre partidos han generado un creciente desencanto entre la ciudadanía. La actual coyuntura electoral, marcada por la incertidumbre, exige una reflexión profunda sobre el futuro del país. En lugar de centrarse en desacreditar al adversario, es fundamental que los líderes políticos busquen unir a la nación en torno a un proyecto común que aborde las demandas históricas de la población y los retos estructurales que enfrenta Chile.

En este contexto, figuras como Evelyn Matthei y Johannes Kaiser están emergiendo como opciones relevantes para las próximas elecciones. Sin embargo, su ascenso no solo refleja la volatilidad del electorado, sino también un vacío programático que atraviesa tanto a la oposición como al oficialismo. El libertarismo de Kaiser, que critica la intervención estatal, encuentra eco en un electorado cansado de la ineficacia de la política tradicional, aunque su propuesta aún carezca de soluciones concretas para los problemas más apremiantes del país.

La crisis de representatividad y el desgaste institucional son temas recurrentes en el debate político actual. Mientras que la derecha se ha enfocado en deslegitimar gestiones pasadas, su falta de propuestas innovadoras ha complicado la mejora de las condiciones de vida en las comunas. Esta tendencia se ve claramente en los casos de Mario Desbordes y Sebastián Sichel, quienes han priorizado la disputa partidista por encima de las necesidades de sus electores, dejando a la población sin respuestas efectivas.

Por otro lado, el gobierno del Frente Amplio, que prometía un cambio radical respecto al modelo neoliberal, ha optado por una moderación que lo aleja de los principios transformadores que inicialmente propuso. La frustración de sectores que esperaban reformas profundas es palpable, especialmente al observar que las políticas enfocadas en la identidad no abordan de manera efectiva las desigualdades socioeconómicas. La falta de acción contundente ha erosionado la credibilidad de esta administración, evidenciando que la retórica progresista no es suficiente para satisfacer las demandas ciudadanas.

En este marco, el ascenso de partidos como el Nacional Libertario, que abogan por un modelo antiestatal, es preocupante. Si bien su mensaje resuena con un electorado que busca alternativas a la burocracia, es necesario un debate honesto sobre cómo modernizar el Estado sin perder su función redistributiva. Las elecciones venideras no deberían reducirse a elegir entre el “mal menor”, sino a fomentar un diálogo que permita construir un futuro más equitativo y justo para todos los chilenos, uniendo fuerzas en lugar de dividirlas.

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