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Extorsión y asesinatos: el médico rural que luchó contra la primera familia de la Cosa Nostra en 1870

Extorsión y asesinatos: el médico rural que luchó contra la primera familia de la Cosa Nostra en 1870

Retrocedamos treinta años. Son las seis de la tarde del 23 de mayo de 1992. En una colina situada junto a la carretera que conduce a Palermo desde el aeropuerto de la ciudad, un hombre barbudo, joven y fornido vigila un corto tramo de la autopista situado justo antes del desvío que lleva a la pequeña localidad de Capaci. Se llama Giovanni Brusca. Pocos minutos antes, sus hombres han llenado una tubería de desagüe con trece barriles cargados con cuatrocientos kilos de explosivos usando un monopatín.

Unos metros detrás de Brusca, otro mafioso habla por un teléfono móvil. De repente se calla y se inclina hacia delante para observar la carretera con un telescopio instalado sobre un taburete. Al ver un convoy de tres automóviles acercarse al punto en cuestión, susurra: «Vai!» («¡Adelante!»). En un primer momento no ocurre nada, así que insiste con la orden: «Vai!». Al percatarse de que el convoy viaja más despacio de lo esperado, sin embargo, Brusca espera unos segundos, permitiendo incluso que los automóviles dejen atrás una vieja nevera que él había puesto en la cuneta como señal.

Solo cuando oye tras él un tercer «Vai!», con la mano temblorosa, acciona finalmente el interruptor. Justo en ese instante se produce una gigantesca sucesión de explosiones. El asfalto de la carretera salta por los aires junto al primer automóvil, que aterriza a 70 metros de distancia, en un olivar. El segundo se hunde en un profundo cráter y queda destrozado. El tercero queda siniestro, pero se mantiene de una pieza. La noticia pronto recorre Italia: el juez Giovanni Falcone, célebre por su labor de investigación contra la mafia, ha sido asesinado. Junto a él, su esposa y los tres miembros de su escolta.

La Mafia siciliana se libraba de su enemigo más peligroso, auténtico símbolo de la lucha contra la organización. Fue sin duda la noticia del año. De hecho, como si del 11-S o el 11-M se tratara, la mayoría de italianos todavía recuerdan hoy dónde se encontraban exactamente cuando oyeron la noticia. Numerosas personalidades públicas declararon sentirse avergonzados, poniendo de manifiesto la arrogancia y el poder que aquellos criminales habían tenido en la historia del país. De hecho, desafiando aún más al Gobierno, dos meses después mataron también a Paolo Borsellino, compañero de Falcone, con otra bomba colocada en el centro de Palermo.

Sus muertes fueron claves para desenmascarar a la Cosa Nostra de cara a la opinión pública, junto al macroproceso que había tenido lugar seis años antes, en el que fueron condenados 360 mafiosos de los 475 que había sido acusados por Falcone. Entre ellos, los ‘padrinos’ Totó Riina y Bernardo Provenzano. Sin embargo, poca gente era consciente de que aquella organización criminal había nacido más de un siglo antes. En concreto, entre 1860 y 1870, a raíz de un conflicto rural en las tierras agrícolas que rodeaban a Palermo.

A comienzos del siglo XVIII, en esta ciudad siciliana los limones ya se habían convertido en un cultivo de exportación. El negocio se expandió después gracias a dos acontecimientos: en 1795, la Royal Navy obligó a sus tripulaciones a tomar limón como remedio para el escorbuto y, en 1840, se inició la producción comercial de otro cítrico, el aceite de bergamota, que utilizaba para aromatizar el té de la variedad Earl Grey. Como consecuencia, las naranjas y los limones sicilianos comenzaron a enviarse a Nueva York y a Londres, mientras en las montañas del interior de Sicilia resultaban prácticamente desconocidos.


Así quedó el coche del juez Falcone en 1992

La extorsión a los limoneros

Según contaba John Dickie en ‘Cosa Nostra: historia de la mafia siciliana’ (Debate, 2004): «En 1834 se exportaron más de 400.000 cajas de limones; en 1850 la cifra aumentó a 750.000. A mediados de la década de 1880, llegaba a Nueva York la asombrosa cantidad de 2.500.000 cajas de cítricos italianos anuales, la mayoría de ellas procedentes de Palermo. En 1860, el año de la expedición de Garibaldi, se calculaba que los limonares de Sicilia eran los campos de cultivo más rentables de toda Europa, superando incluso a las huertas de frutales de los alrededores de París. En 1876 el cultivo de cítricos superaba en más de sesenta veces el rendimiento medio por hectárea del resto de la isla».

Los limones eran, por lo tanto, tremendamente rentables, pero también muy vulnerables. En primer lugar, porque los efectos sobre la plantación eran devastadores si se interrumpía brevemente el regadío y, en segundo, por los actos vandalismo contra los árboles y los frutos, que eran constantes. Fue entonces cuando surgió el negocio de la protección de las tierras por parte de los primeros mafiosos en los alrededores de la ciudad de Palermo, que en 1861 contaba doscientos mil habitantes y era el centro político, legislativo y bancario de Sicilia occidental.

Era allí donde se compraban, vendían y alquilaban gran parte de las tierras de cultivo de toda la isla. «La mafia no nació, pues, de la pobreza y la desolación, sino del poder y la riqueza», apunta Dickie. Fueron los limonares de las afueras de Palermo los que constituyeron el escenario que enmarcó la historia de la primera persona acosada por la mafia, que dejó una detallada descripción de sus desdichas a través del testimonio que más tarde remitió a las autoridades. Se trataba de un respetado y valiente cirujano, Gaspare Galati.

Gaspare Galati

En 1872, este doctor pasó a hacerse cargo de una herencia en nombre de sus hijas y de la tía materna de estas. La parte principal era el Fondo Riella, una granja frutícola de limoneros y mandarinos que tenía cuatro hectáreas de extensión, situada en Malaspina, a solo quince minutos a pie de los límites de Palermo. El anterior propietario era el cuñado del doctor Galati, que había muerto de un ataque al corazón después de recibir una serie de cartas amenazadoras por parte del vigilante de la finca, Benedetto Carollo, que se las había dictado a alguien que sabía leer y escribir.

Según el testimonio de Galati, Carollo era muy arrogante y se comportaba como si fuera el dueño de la granja, hasta el punto de que se quedaba a escondidas con el 25% del dinero recaudado de la venta de los productos. El vigilante demostraba, además, un gran conocimiento del negocio que se había establecido entre las huertas y las tiendas del norte de Europa y América, en el que intervenían cientos de representantes, mayoristas, envasadores y transportistas. La especulación era enorme y desde los primeros procesos, pues muchos intermediarios adquirían opciones de compra sobre la producción, pero se encontraban después con que los limones y las mandarinas por los que habían pagado, desaparecían de los árboles.

El Fondo Riella no tardó en adquirir entonces una pésima reputación comercial y nadie tenía dudas de que Carollo era el responsable de los robos, cuyo objetivo era que el valor de la empresa se depreciara para poder comprarla. Sin embargo, Galati decidió actuar contra aquel joven mafioso y buscó un arrendatario diferente. El vigilante empezó a desplegar sus malas artes y cada vez que los posibles inquilinos iban a visitar la granja, les dejaba claras sus intenciones: «¡Por la sangre de judas que este jardín jamás será arrendado ni vendido!».


Otra de las víctimas de la Cosa Nostra, en 1976


Letizia Battaglia

Carollo, despedido

Galati le echó valor: despidió a Carollo y contrató a un sustituto. Sabiendo a quien se enfrentaba, los amigos del doctor le aconsejaron que readmitiera a su vigilante, a pesar de que sabían que le estaba robando, pero se mantuvo firme. En la noche del 2 de julio de 1874, el nuevo empleado recibió varios disparos en la espalda cuando circulaba por uno de los largos caminos que discurrían entre los limoneros. Sus atacantes habían construido un bancal de piedra en una arboleda vecina para ejecutarle desde fuera del muro de protección, un método que sería muy utilizado en muchos de los primeros golpes de la mafia.

El hijo de Galati acudió rápidamente a la comisaría para informar de que, con toda probabilidad, Carollo estaba detrás del asesinato. El inspector arrestó a dos hombres, pero fueron liberados al instante. El doctor siguió con su batalla particular contra aquella primera familia mafiosa y contrató a otro vigilante. Él y su familia recibieron una serie de cartas en las que se decía que había cometido un error al despedir a un «hombre de honor» y fichar a un «abyecto espía», al que le esperaba el mismo final que a su antecesor, aunque «de una manera más bárbara».

«En el lenguaje de la mafia, un ladrón y un asesino es un ‘hombre de honor’, y una víctima es un ‘abyecto espía’», explicaría más tarde Galati, que acudió de nuevo a la Policía con siete nuevas cartas amenazadoras. Esta prometió que Carollo y sus cómplices, entre los que se incluía un hijo adoptado, serían arrestados. Pero el inspector no se mostró tan entusiasta. Tardó tres semanas en hacerlo y los liberó en dos horas después. El doctor supo que el inspector estaba conchabado con los criminales, haciéndose una primera idea de cómo funcionaban aquellos primeros miembros de la Cosa Nostra.

El organigrama de la mafia

Tenía su sede en la vecina aldea de Uditore y actuaba tras la fachada de una organización religiosa. Un sacerdote conocido como el padre Rosario dirigía una pequeña comunidad en aquella aldea, denominada los ‘Terciarios de San Francisco de Asís’, aparentemente dedicada a la caridad. Este cura había sido espía de la Policía bajo el antiguo régimen borbónico y era ahora capellán de prisiones, un cargo que aprovechaba para llevar y traer mensajes de los reclusos.

Sin embargo, no debemos llevarnos a engaño. El padre Rosario no era el jefe de la banda, sino Antonino Giammona, el hijo de una familia campesina pobre de aquella localidad que dirigía aquella congregación y que se había enriquecido durante las revoluciones que acompañaron a la integración de Sicilia en la nación italiana. Estas se produjeron en 1848 y 1860 y le dieron la oportunidad de mostrar su valor y hacer amigos importantes. En 1875, a los 55 años, ya era una figura importante de la isla. Según los informes de la Policía de Palermo, tenía propiedades valoradas en unas 150.000 liras y era sospechoso de haber ejecutado a varios fugitivos de la justicia a los que las autoridades querían hacer desaparecer, para que dejaran de robar a importantes propietarios locales.

Además, se sabía que Giammona había recibido una suma de dinero junto con instrucciones de realizar misteriosos negocios de parte de un criminal de los alrededores de Corleone que había huido a Estados Unidos, en una sospechosa coincidencia con el personaje que Francis Ford Coppola retrato en su trilogía de ‘El padrino’. Galati conoció bien también a aquel primer capo, pues la familia Giammona era su cliente, hasta el punto de que, en una ocasión, tuvo que extraerle dos balas del muslo al hermano de Antonino. Pronto supo que la mafia de Uditore basaba su poder en extorsionar a los terratenientes de los limonares, para obligarlos a aceptar a sus hombres como administradores, vigilantes o intermediarios. Tal era el caso de Carollo.

Nuevos asesinatos

Así se terminaba haciendo con el control de fincas como el Fondo Riella, a las que robaba tanto como quería. Giammona acosaba a Galati y a todos los propietarios de Palermo, para hacerse con el dominio de toda la industria de los cítricos de la zona. Y como ya sabía que la mafia tenía influencia sobre la Policía local, el doctor decidió presentar sus pruebas sobre el asesinato de su vigilante directamente al juez. Eso no amedrentó ni lo más mínimo a la Cosa Nostra, que siguió enviándole cartas de amenaza dándole una semana para que restituyera a su «hombre de honor», pero ignoró el ultimátum y pagó las consecuencias.

Cuando se cumplió el plazo, en enero de 1875, su nuevo vigilante recibió tres disparos a plena luz del día que le dejaron en estado muy grave, pero no lo suficientes como para reconocer a los autores del ataque. Entonces, el jefe de Policía fue destituido, mientras que Carollo y otros dos antiguos trabajadores de la finca de Galati, detenidos como sospechosos. Aquel fue el primer golpe de la justicia contra la mafia siciliana. El doctor, como recompensa y advertido por el juez, cuidó personalmente de su empleado, que no llegó a morir. Nunca salía sin su revólver y no dejaba que su esposa y sus hijas salieran de casa, mientras llegaban nuevas amenazas en las que le comunicaban que toda su familia sería apuñalada.

El vigilante estaba aterrorizado y, en cuanto se encontró lo bastante bien como para poder moverse, fue a pedirle perdón a Antonino Giammona y cambió su declaración. A Galati no le quedó más salida que coger a su familia y huir a Nápoles rápidamente, abandonando su propiedad. Tan solo se permitió enviarle una carta al ministro del Interior en Roma, en la que le explicaba que Uditore era una aldea de solo 800 vecinos, pero que solo en 1874 habían muerto asesinados 23, entre ellos, dos mujeres y dos niños. Crímenes que jamás se habían investigado, en medio de la guerra que se estaba librando por controlar la industria de cítricos.

Alcance internacional

La única respuesta que las autoridades pudieron lograr, por los influyentes contactos de Giammona, fue una amonestación policial y una intensificación de la vigilancia. Los problemas del doctor no eran culpa de una mera pandilla de criminales, sino de la sospechosa labor de la Policía, las Justicia y los políticos locales, lo que pone de manifiesto que los orígenes de la Cosa Nostra estuvieron estrechamente relacionados con los de un Estado muy poco fiable: el Estado italiano.

La extorsión, el asesinato, el dominio territorial, la competencia y la colaboración entre bandas, e incluso ciertos indicios de un código de «honor», son las pistas aortadas por esta primera víctimas de la mafia siliciana que acabó con la vida de miles de personas a lo largo del siguiente siglo. De hecho, en 1890, esta ya era una sofisticada organización criminal con poderosas conexiones políticas y alcance internacional. En la capital siciliana, Palermo, los políticos locales participaban en fraudes bancarios y bursátiles, además de robar los fondos asignados al Gobierno municipal.

Published at Thu, 06 Oct 2022 03:53:32 -0600

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