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Gabriel Boric: Desafíos en Su Último Año de Gobierno

El presidente Gabriel Boric se encuentra en la cuenta regresiva para culminar su gobierno en marzo de 2025, un periodo marcado por la ambición de entregar la banda presidencial a un sucesor de su mismo signo político. Este objetivo es una hazaña que no se ha logrado en Chile durante las últimas dos décadas, donde la política ha sido un constante vaivén entre la izquierda y la derecha. Con la reciente aprobación de la reforma de pensiones, que se considera su legado más significativo, Boric busca consolidar una coalición progresista que le permita enfrentar con éxito las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de 2025. Este esfuerzo se enmarca en el deseo de establecer un proyecto político de largo plazo entre la izquierda y la centroizquierda, similar a la histórica Concertación que gobernó tras la dictadura de Pinochet.

Desde la salida de Ricardo Lagos en 2006, Chile ha visto una alternancia de gobiernos entre figuras de la derecha y la izquierda, sin que un presidente de un mismo signo político lograra suceder a su antecesor. La política chilena se caracteriza por esta falta de continuidad, donde cada administración, a pesar de su ideología, enfrenta retos que a menudo culminan en cambios drásticos. Boric, que asumió la presidencia a los 36 años, ha tenido que lidiar con un entorno complicado, donde su gobierno no ha contado con mayorías en el Congreso, algo que intenta cambiar para asegurar el futuro de su coalición y evitar que la derecha vuelva al poder.

En este contexto, la lucha por la candidatura presidencial de la izquierda se intensifica, con figuras como la expresidenta Michelle Bachelet y la actual ministra del Interior, Carolina Tohá, posicionándose como posibles contendientes. La incertidumbre sobre si Bachelet decidirá postularse nuevamente añade una capa de complejidad al escenario político. Si se presentara, podría desplazar a Tohá y a su generación política, evidenciando las tensiones internas dentro de la coalición. Boric, observador de este proceso, se enfrenta a la posibilidad de que su legado se vea influenciado por el retorno de figuras emblemáticas del pasado, lo que podría complicar su visión de un futuro progresista.

Pese a los desafíos, la aprobación de la reforma de pensiones se erige como un hito que podría incrementar la popularidad de Boric en su último año de mandato. La reforma, que modifica un sistema que había permanecido inalterado durante 43 años, representa un compromiso con la justicia social y un intento por aliviar la precariedad de las jubilaciones en el país. Sin embargo, el enfoque del presidente ha cambiado desde el intento fallido de establecer una nueva Constitución, adoptando una postura más realista y posibilista. Esto sugiere un giro hacia la moderación, que podría ser clave para su supervivencia política y para el futuro de su coalición.

La paradoja del gobierno de Boric radica en que, a pesar de haber emergido de una generación crítica de la política de acuerdos, podría ser recordado por su retorno a un enfoque más conciliador. Ante la posibilidad de que su popularidad aumente en este último año, la pregunta sobre un posible segundo mandato, aunque no inmediato, comienza a surgir en el imaginario colectivo. Con solo 44 años en 2030, Boric podría considerar un retorno a La Moneda en el futuro, al igual que muchos de sus predecesores, que a menudo no se alejan del escenario político por mucho tiempo. La historia reciente de Chile sugiere que los caminos de los expresidentes rara vez llevan a la inactividad, y Boric podría ser una excepción a esta tendencia.

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