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La lucha de la industria cosmética por eliminar la huella de carbono

Tras años siendo una de las más contaminantes a nivel global, diferentes compañías de belleza decidieron tomar medidas más sostenibles, generando un sistema de puntuación de impacto ambiental, cambiando su producción, testeo y distribución para un futuro más verde.

Los números siguen siendo altos. Cada año se producen aproximadamente 120 mil millones de unidades de empaques de cosméticos en el mundo, y la mayoría son de un solo uso. Este tipo de contenedores vacíos, de una industria que mueve billones de dólares y vive en constante crecimiento, suelen ser demasiado pequeños para el reciclaje. Al mismo tiempo, muchos de los ingredientes usados históricamente en este rubro son contaminantes, como los aceites conservantes salidos del mundo petroquímico.

Según el LCA Centre, un centro de estudio de packaging sustentable con sede en Países Bajos, un 70% de las emisiones de carbono atribuibles a la industria podrían eliminarse si las personas simplemente usaran contenedores recargables o reutilizables. El otro porcentaje podría disminuir si esta industria no presionara la biodiversidad a través de la extracción de materias primas. Una acción que no parece muy complicada pero que requiere un cambio estructural del proceso de manufactura en todas sus etapas. Esas son solo unas de las muchas cosas que actualmente la industria está intentando aplicar a nivel global y lo hace también en Chile.

Cambiar los envases y los testeos

Laura Zegers es directora y creadora de la marca chilena SHEET!, dedicada a producir y vender productos de belleza, cuidado de la piel y capilar con fórmulas veganas. Su primera motivación fue crear soluciones con productos sustentables y sin contaminar, cuidando parte del proceso en la producción, sabiendo que el panorama a nivel global estaba cambiando. Para eso trabajan con Todos Reciclamos, una empresa que impulsa la economía circular a través del financiamiento del reciclaje de los envases.

Su caso, dice su creadora, es uno completamente diferente. “Generalmente, cuando se quiere reciclar, las empresas piden que los envases sean devueltos para poder reciclarlos después de lavarlos para reutilizar, pero el proceso de envío es aún peor y tiene una huella de carbono altísima”, acota. Si en SHEET! siguieran ese procedimiento, como el 60% de sus productos se venden en regiones, la huella de carbono sería alta.

Junto a Todos Reciclamos, se encargan de procesar el 200% de lo que venden. En palabras simples, por cada cliente que compra una botella de champú de su marca, reciclan dos envases equivalentes en peso de material. De hecho, en los último 12 meses, reciclaron cinco toneladas de plástico.

Además, la empresa crea los pomos de sus productos sin aluminio por dentro y que se usa mucho en el sector. En general, asegura, estos envases vienen con una capa de aluminio por dentro, mientras que el exterior está compuesto por una de polietileno de alta densidad. Este por sí solo es reciclable, pero no cuando lo acompaña el primero. Los suyos, dice Zegers, son de plástico reciclable y que, en ocasiones, pueden ser menos resistentes. A pesar de eso, cuando se revientan asumen “la merma con tal de no contaminar más”. Todas las tapas son de PET, reciclable también. Si un producto necesitara estar contenido en aluminio, simplemente no se produce.

Lo mismo pasa con AVON, fundada en Nueva York, pero con sede en Chile hace 45 años. Claudia Restrepo, Gerenta de Sustentabilidad de AVON en el país, comenta que en la búsqueda por ser una marca carbono neutral, trabajan en torno a los embalajes para reducirlos al máximo. “Para 2030, la meta es que el 100% sean reciclables, reutilizables o compostables a escala global”, asegura la ejecutiva. En 2020 lograron tener una reducción de desechos más allá de su meta anual, con una tasa de reciclaje a escala mundial del 93.4%.

Hace 30 años, la marca decidió no hacer más testeos en animales. Hoy sus esfuerzos están en también tener una fórmula vegana y que generará un menor impacto en el medioambiente. Trabajan con organizaciones como Peta o Humane Society International, buscando alternativas y probando métodos aledaños que hoy están introduciéndose en la cosmética. Pruebas in vitro, modelos informáticos avanzados, test de alergia en voluntarios e incluso piel 3D creada en laboratorios, cuenta la gerenta. Su trabajo se refleja incluso en los catálogos, en los que el papel cuenta con una certificación para garantizar la reforestación de los bosques de procedencia.

Desde SHEET!, que creó su identidad de marca alrededor de lo vegano y cruelty free, explican que, aunque el trabajo es largo y engorroso, la única manera de garantizar esto es pedir certificaciones individuales. “No es suficiente con que no usemos el testeo y, de hecho, en Chile casi nadie lo hace… Lo que sí hay que tener cuidado es que cada una de las materias primas tampoco sea testeada, y que quienes las venden tampoco prueben ese ni otros productos”, asegura Zegers. Para ilustrar, al lanzar al mercado una de sus mascarillas, de origen coreano, la empresa tuvo que pedir la certificación de 68 ingredientes por separado, de 68 proveedores diferentes.

La importancia de las materias primas

Otro factor importante es la composición de los cientos de productos de belleza que se venden diariamente. Marcas como LVMH -la casa de Louis Vuitton-, L’Oréal o Unilever se unieron para crear un consorcio que desarrolle conjuntamente un sistema de puntuación global, que permita calcular el impacto medioambiental de sus artículos y ofrezca al consumidor información clara, transparente y comparable.

Desde Natura Chile plantean que esto lo logran a través de diferentes proyectos que tienen líneas exclusivas, con diversos métodos de producción. Uno de esos casos es el de Natura Ekos, con el que triangulan la sustentabilidad, tecnología e innovación científica y social, a través de su causa “Amazonia viva”. “Para elaborar esta línea hemos necesitado altos niveles de innovación para alcanzar hasta los 98% ingredientes de origen natural, con fórmulas de concentrados vegetales, sin parabenos ni siliconas”, cuenta Patricia Torres, gerente de Reputación y Comunicaciones Corporativas de Natura &Co.

En ese sentido, aseguran una extracción de activos de manera sustentable practicando un comercio justo con las comunidades de la selva. Todo esto con envases biodegradables. De hecho, en 2018 y 2020 la empresa recibió una certificación internacional UEBT (Unión para el Biocomercio Ético), que promueve el respeto a la biodiversidad y establece una guía de cómo las empresas y proveedores deben cosechar, recolectar y cultivar sus ingredientes. Ellos se rigen bajo esos protocolos, para poder asegurar la biodiversidad de lugares como Brasil, bajo iniciativas como el Programa Amazonia.

En SHEET! la importancia de las materias primas va de la mano con la educación de quienes compran. Por ejemplo, los champús en general se hacen con sulfato y silicona, pero la firma local evita ambos componentes al no considerarlos necesarios. “Para algunos clientes es complejo, porque son champús que no hacen espuma y no tienen silicona, entonces no existe esa sensación inmediata de suavidad, pero a los tres días obtienen un brillo distinto que no pueden tener con los otros ingredientes”, explica la directora.

Reemplazar algunos de los componentes, por otros que sean amigables con el medioambiente, es uno de los procesos más relevantes. Eso sumado a que no sean de origen animal o testeados en ellos, y que se comporten similar a los originales. En el caso del cuidado capilar, la marca local reemplaza ingredientes para la caída del pelo de una forma en que sea beneficioso para todos. Generalmente se ha utilizado un componente químico con efectos adversos y que no es degradable al agua, el minoxidil. Este lo sustituyen por el vitapil, de origen vegetal y sustentable.

Los desafíos de la industria

Actualmente no existen políticas específicas para regular la producción y distribución en el mercado cosmético del país. Eso sí, existe un proyecto de ley que busca prohibir la venta de productos testeados en animales. Aprobado por la Cámara, este esfuerzo transformaría a Chile en el país número 41 en tener este aspecto regulado, tal como Francia y Colombia.

Si bien marcas como SHEET!AVON y Natura ya trabajan sin testear en animales, el desafío ahora es el de concientizar a través de capacitaciones y campañas, para reducir cada vez más el uso hasta su desaparición. Más allá de esa arista, el trabajo de cada uno tiene que ver con sus pilares centrales. En el caso de AVON, son tres: cero emisiones; protección de los derechos humanos y la diversidad; y garantizar la circularidad de embalajes. Estos también utilizan un 95% de ingredientes renovables y 95% de fórmulas biodegradables.

Con estas acciones la compañía global espera estar a la vanguardia del cumplimiento de los propósitos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas y trabaja en lograr la certificación B-Corp hacia 2025.

En SHEET! ya piensan en otra forma de mantenerse en la sustentabilidad más allá del reciclaje en 200%. Siguen buscando proveedores que hagan envases rellenables. Por ejemplo, bidones de 5 litros que sirvan para utilizar múltiples veces recipientes más pequeño. Pero todo está en veremos, porque actualmente no existen los materiales que requieren y las empresas no los fabrican de manera 100% vegana.

La empresa está operando hace pocos meses en México, luego de un exponencial crecimiento durante la pandemia. Todo lo vendido allá también es reciclado y continúan la política del 200%, contribuyendo a la reducción de la huella de carbono.

En Natura el desafío está relacionado con la cero deforestación de aquí hasta 2025 y que es uno de los tantos problemas de la industria de la belleza, buscando alternativas para empaques sustentables. La idea es poder implementar antes del 2030 la total circularidad de los embalajes y ser carbono neutral.

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